sábado, 5 de julio de 2008

LOS DIOSES DEL SOLAZ capítulo 1.2


-Toc, toc- se escuchó en la puerta principal de la austera casa de Jonás. Debían ser los acreedores, creyó. Y creyó bien, se trataba de los emisarios del Dios Teledepaga o Tele Cable, como lo llamaban los del siguiente pueblo, Jonás decidió no hacer ruido; pues no había pagado el tributo correspondiente al principio de estación, seguro eso era lo que los tenía ahí; pero no estaba dispuesto a entregarlo por considéralo de injusto. Ya les había entregado las escrituras de su alma la vez pasada, ahora lo que querían, era llevarse el alma en sí, pero no podía entregárselas, ya que Jonás, los había estafado; en realidad el alma nunca había existido, pero no podía dejar que ellos se enteraran, ya que si se daban cuenta de la inexistencia de esta, él lo pasaría mal.
Los emisarios, llevaban de uniforme, un overol gris y en el pecho del lado izquierdo justo en el corazón el símbolo del encargado de este entretenimiento, representado casi siempre por la figura de un hombre sosteniendo una antena parabólica apuntando hacia el cielo infinito y leyendo a los cielos la sagrada programación. Este dios era el favorito de muchos, casi nadie lo conocía, pero los que lo conocían en persona comentaban maravillas de él; Estos hombres, en su cintura ostentaban un cinturón de piel que servia para portar las armas necesarias de esta tarea, su cabeza estaba protegida por un casco color gris metálico fabricado con un material sumamente ligero pero resistente a cualquier golpe. No estaban dispuestos a rendirse fácilmente, sacaron de su vehículo estacionado frente a la vieja casa, una escalera y la colocaron en el poste, uno de ellos, al que el uniforme lograba confundirlo entre sus colegas, subió por la escalera y sacó de su cinturón una especie de pinza dorada, con la cual cortó un cable.
El oído de Jonás, se agudizó. En ese instante pudo oír como se cortaba el cable que daba señal a su fiel amigo receptor, cómo si se tratara de la caída de un gran roble al ser talado. La cara de éste hizo una mueca de profundo y terrible dolor, tomó con gran desesperación el control remoto del televisor, y temblando lo prendió encontrándose con la triste y vergonzosa nieve que se había apoderado de la maravillosa y controversial caja de las fantasías, utopías, guardiana de sueños distantes e imposibles de contar por alguien o algo más, epicentro de la vida de Jonás y residencia oficial de otras idioteces aparte.
CONTINUARÁ...