jueves, 10 de julio de 2008

LOS DIOSES DEL SOLAZ capítulo 1.3

Ya no más canales de veinticuatro horas de videos musicales; adiós a los culebrones extranjeros de media noche; ni pensar del deporte internacional; de los programas reales, que narcotizaban la mente, sería mejor despedirse; y que decir de Amor y Odio, ¿qué diablos pasaría con estos dos?
En ese momento la brillante y ruidosa nieve que provenía de aquella pantalla plana no sólo congeló la señal, sino que, con ella también logró congelar el corazón del pobre humano. Los emisarios se marcharon, así como los sesenta canales. Jonás se quedó extrañándolos y estriñéndolos a todos, incluso a los que nunca veía, su dolor se podía comparar con el dolor de un hombre que pierde sesenta amigos, en una sola noche, incluyendo aquellos que no son de su completo agrado, incluso a los que son amigos candidatos a enemigos.
Por que los amigos sólo se pierden por la noche, por la tarde es posible extraviarlos o perderlos de vista, pero únicamente por la noche es posible confirmar la pérdida de un amigo.
Fue solamente en ese momento en el que Jonás sintió, por primera vez desde la aparición de su escasa e inútil memoria, que se encontraba en un lugar extraño, se abochornaba pues no lo sabía, únicamente lo podía sentir. Su cabeza empezó a torturarlo con un agudo dolor, tan agudo que Jonás se desmayó perdiéndose en un intenso y profundo sueño.
En efecto, Jonás tenía algo de razón al sentirse en un mundo tan errado, y en ocasiones al borde de lo absurdo.
En ese extraño lugar las cosas eran “distintas” (por usar un adjetivo). Cada persona utilizaba una droga. Pero en cambio aquí las drogas no solamente eran reconocidas y con un valor mejor otorgado. No nada más esto; eran deseadas y usadas abiertamente sin timidez ni prejuicios, prejuicios que nosotros “los de la vida real” tanto amamos al grado de hacerles el amor casi a diario. Claro está, que para utilizarlas se contaba con un sistema más avanzado de lo que pudiéramos imaginar o alcanzar a comprender, tratando de simplificarlo un poco, lo explicare en el siguiente capítulo.

sábado, 5 de julio de 2008

LOS DIOSES DEL SOLAZ capítulo 1.2


-Toc, toc- se escuchó en la puerta principal de la austera casa de Jonás. Debían ser los acreedores, creyó. Y creyó bien, se trataba de los emisarios del Dios Teledepaga o Tele Cable, como lo llamaban los del siguiente pueblo, Jonás decidió no hacer ruido; pues no había pagado el tributo correspondiente al principio de estación, seguro eso era lo que los tenía ahí; pero no estaba dispuesto a entregarlo por considéralo de injusto. Ya les había entregado las escrituras de su alma la vez pasada, ahora lo que querían, era llevarse el alma en sí, pero no podía entregárselas, ya que Jonás, los había estafado; en realidad el alma nunca había existido, pero no podía dejar que ellos se enteraran, ya que si se daban cuenta de la inexistencia de esta, él lo pasaría mal.
Los emisarios, llevaban de uniforme, un overol gris y en el pecho del lado izquierdo justo en el corazón el símbolo del encargado de este entretenimiento, representado casi siempre por la figura de un hombre sosteniendo una antena parabólica apuntando hacia el cielo infinito y leyendo a los cielos la sagrada programación. Este dios era el favorito de muchos, casi nadie lo conocía, pero los que lo conocían en persona comentaban maravillas de él; Estos hombres, en su cintura ostentaban un cinturón de piel que servia para portar las armas necesarias de esta tarea, su cabeza estaba protegida por un casco color gris metálico fabricado con un material sumamente ligero pero resistente a cualquier golpe. No estaban dispuestos a rendirse fácilmente, sacaron de su vehículo estacionado frente a la vieja casa, una escalera y la colocaron en el poste, uno de ellos, al que el uniforme lograba confundirlo entre sus colegas, subió por la escalera y sacó de su cinturón una especie de pinza dorada, con la cual cortó un cable.
El oído de Jonás, se agudizó. En ese instante pudo oír como se cortaba el cable que daba señal a su fiel amigo receptor, cómo si se tratara de la caída de un gran roble al ser talado. La cara de éste hizo una mueca de profundo y terrible dolor, tomó con gran desesperación el control remoto del televisor, y temblando lo prendió encontrándose con la triste y vergonzosa nieve que se había apoderado de la maravillosa y controversial caja de las fantasías, utopías, guardiana de sueños distantes e imposibles de contar por alguien o algo más, epicentro de la vida de Jonás y residencia oficial de otras idioteces aparte.
CONTINUARÁ...

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